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dissabte, 30 d’agost del 2014

Desde Brujas

Tras casi cinco años viviendo en climas tropicals - en Miami, Manila y Ciudad de Panamá además de tres meses en Argel y uno en Abu Dhabi - me mudo ahora a una ciudad fría lluviosa, pero sobretodo, pequeña: Brujas. Por primera vez en años dejo de depender de coches y taxis. Si algo bueno tiene la vieja Europa es su increíble red de transportes. Además, Brujas, por su tamaño, es perfecta para caminar o incluso mejor, ir en bici. 

El caso es que mi verano acabó de golpe el pasado lunes cuando aterricé en el aeropuerto internacional de Bruselas-Zaventem, con cielo gris plomizo y lluvia. Dejaba atrás el soleado verano mediterráneo que pasé entre Valencia, Argel y Grecia. Después de dos cómodos trenes cruzando campos verdes con vacas y ciudades industriales llegué a la moderna estación de Brujas. El cambio no es sólo en tamaño y clima: es también en estilo de vida. Vuelvo a ser un estudiante con todo lo que ello implica, tras haber pasado estos tres últimos años de vida laboral. Eso significa que pierdo mi independencia económica y que además, parte de mi tiempo libre se tendrá que consacrar al estudio. Por eso, durante los próximos meses os estaré contando mis excursiones por Bélgica y países vecinos. Los destinos exóticos tendrán que esperar.

Sin embargo, estoy convencido que el país del chocolate y las cervezas tiene muchísimo que ofrecer. Para empezar, once lugares patrimonio de la humanidad UNESCO. Como siempre, aquí os estaré contando mis impresiones, trucos y consejos de viaje. 

¡Saludos desde Flandes!


divendres, 22 d’agost del 2014

Mykonos

Mykonos es una pequeña isla del archipiélago de las Cícladas, bañada por el mar Egeo. Rocosa, seca y con muy poca vegetación natural, la población vivió en la pobreza hasta que en los años cincuenta los primeros turistas empezaron a llegar, maravillados por la belleza de sus playas, el encanto de las callejuelas de su capital - Chora - y su gastronomía. La cercanía a Delos - uno de los cuatro mayores yacimientos arqueológicos de Grecia - completaban la oferta turística de Mykonos. Por su puesto, la oferta de fiesta que ofrece todos los días del verano la han convertido en una referencia mundial. Sin duda, Jacqueline Kennedy Onassis ayudó muchísimo a la promoción internacional de la isla cuando la convirtió en su cuartel general de vacaciones veraniegas.

Nosotros llegamos en un "fast ferry" proveniente del puerto del Pireo, en Atenas, que tarda apenas tres horas. Una vez en el puerto, experimentamos uno de los problemas a los que se enfrenta Mykonos: el transporte público, que está mal explicado y es bastante irregular. De hecho recomiendo encarecidamente alquilar una moto como nosotros hicimos un día: es barato y es mucho más eficaz y rápido que un coche.

Nuestro primer hotel estaba bastante alejado de todo, en Kalo Livadis, una playa de la costa sureste conocida por sus aguas turquesas, arenas blancas y tranquilidad en general. El hotel, a pesar de ser muy tranquilo, contar con modernas instalaciones y estar muy limpio, tenía un público muy alejado de lo que buscábamos: grupos de adolescentes italianos acompañados de animadores. Por eso no puedo recomendar esta playa para quedarse, principalmente porque está alejada de todo en general. Para poder desplazarnos, alquilamos una moto y nos dirigimos a playa Paradiso, donde entramos a la famosa Tropicana, una fiesta en la playa a la que llegamos tarde, casi cuando estaban cerrando. El público era mayoritariamente de jóvenes italianos e italianas en masa excesivamente borrachos. Sin embargo, el ambiente era muy divertido. Como todo el mundo se iba, nos dirigimos a la discoteca de enfrente, Cavo Paradiso, la más famosa de la isla. Pero el ambiente no empezaba hasta las tres de la mañana así que tomamos nuestra moto y nos dispusimos a seguir a todo el mundo: llegamos a Chora - el corazón de la isla - donde hay muchísimos locales a los que ir, y de todo tipo. Empezamos caminando las callejuelas de la pequeña Venecia, un barrio de casas con balcones que dan al mar. Allí nos tomamos una copa en un bonito local que contaba con un balconcito encima del mar.

Después bailamos en algunos de los divertidos locales que salpican el casco antiguo, hay para todos los gustos,  con todos tipos de música y de públicos, desde la música del momento, a rock, dance, pop, house e incluso pop-rock griego, sobretodo demandado en los afters, donde el público se dirige al amanecer para seguir la fiesta. Podría empezar a decir nombres pero lo mejor es que os perdáis, entréis donde os llame la atención y cuando os canséis paséis a otro. Hay tantos y tan cerca que esto es lo más divertido. Nosotros acabamos conociendo a un grupo de jóvenes griegos y griegas universitarias que nos llevaron finalmente a uno de los afters de música griega.

Al día siguiente nos mudamos a playa Ornos, una pequeña localidad al sur del centro de la isla, muy cercana al centro, mucho mejor conectada que Kalo Livadi en todo caso. Eso sí, con la playa mucho más llena de gente. Allí nos alojamos en la casa-hotel de una simpatiquísima griega, que nos vino a recoger en su coche desde la estación de buses y nos dio bastante consejos útiles para descubrir la isla. Antes de que nos recogiera aprovechamos para visitar Chora - el casco antiguo - de día. Sus blanquísimas callejuelas, las puertas azules, las cúpulas rojas de sus diferentes pequeñas iglesias ortodoxas así como de la única iglesia católica presente en la isla. Vale la pena visitar también los molinos tradicionales, movidos por aspas con telas, auténticos símbolos de Mykonos. Las pequeñas tiendas y restaurantes que salpican la zona antigua y ofrecen productos y precios para todos los gustos y bolsillos.

Tras la visita, descansamos en la bella playa de Ornos, frecuentada por todo tipo de turistas. Al día siguiente nos levantamos temprano y aprovechamos para hacer una ruta en barco por diferentes playas de la isla. Saliendo de Ornos llegamos hasta la lejana playa Elía, playa LGTB por excelencia, como bien señala la bandera arcoiris que la preside. Además de eso, esta es una de las playas con agua más turquesa de toda la isla, por lo que decidimos quedarnos un par de horas aprovechando su tranquilidad. Tomamos poco después otro barco que nos llevó hasta Super Paradise, una de las playas más conocidas por su divertidísimo local con el mismo nombre, donde la fiesta empieza a las cuatro de la tarde entre la arena y las maderas de este escenario playero. Super Paradise ofrece horas de música del momento con gente bailando en bikini y bañador en un ambiente más que amigable amenizado por bailarines y bailarinas con mucha marcha. Sin duda, muy recomendable. Allí estuvimos de cuatro de la tarde a once de la noche, desde donde tomamos un bus hasta Chora y Ornos. Tras ducharnos, queríamos ir a Cavo Paradiso, la macro-discoteca por excelencia de la isla. Sin embargo, griegos y libaneses que habíamos conocido en las diferentes fiestas nos avisaron que en realidad estaba lleno de chiquillos y no valía la pena pagar su cara entrada. Así que volvimos a perdernos entre los diferentes locales de Chora en otra noche divertida noche entre calles blancas y locales con todo tipo de música.

Al día siguiente, o mejor dicho, dos horas después - la fiesta en Mykonos no para - tomamos el barco que salía de Ornos a la mítica isla de Delos, aunque eso ya os lo conté en la entrada anterior. Al llegar de la excursión, y tras pasar unas horitas en la playa, acabamos el día viendo el atardecer en la agradable piscina del hotel donde nos quedamos.

Esa noche dejamos Mykonos a las diez, desde su pequeño pero ordenado aeropuerto internacional. Olympic Air, subsidiaria de Aegean Airlines, nos dejó en menos de una hora de vuelta a Atenas. Nunca olvidaré esta isla del mar Egeo. A pesar de ser una gran fan de Ibiza, he de reconocer que Mykonos tiene un encanto especial, muy diferente al ibicenco, pero capaz de rivalizar con mi isla favorita, tanto en fiesta - mucho menos masiva que en Ibiza - como en la deliciosa gastronomía griega o en la belleza de sus playas y paisajes. Intentaré volver el verano que viene a este trocito de paraíso en la tierra. 

divendres, 15 d’agost del 2014

Argel

Argel, la blanca, como la llamaban los franceses por el color de sus edificios, es una ciudad curiosa y diferente, considerada como una de las más románticas del mundo árabe. Personalmente me recuerda mucho a La Habana en versión Magreb. O a una especie de Marsella en estado de semi-abandono. Sin embargo, Argel tiene un poco de todo, de sus muchas influencias que la convierten en una ciudad única, con muchísimas limitaciones que hay que tener en cuenta también.

La visita puede comenzar por el barrio antiguo: la Kasbah, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1992. Lo mejor es  llegar a la ajetreada Plaza de los Mártires (o en dialecto argelino Sah'Chuada) con las bellas vistas al mar, la blanca mezquita de los pescadores, rodeada de restaurantes especializados en pescado y marisco, así como el antiguo Palacio Consular, ahora Cámara de Comercio Argelina. Vale la pena dar un vistazo a sus elegantes estancias, especialmente en el bello salón de reuniones. En uno de los despachos estuve trabajando yo tres meses.

A continuación, empezad por internaos en las estrechas y empinadas callejuelas de la tristemente sucia Kasbah. Es una lástima el lamentable estado en el que se encuentra esta joya del urbanismo árabe. Sin embargo, aún así vale la pena descubrirlo: maravillaos con los puestos de zumos recién exprimidos, las pequeñas Joyerías, tiendas de dátiles o panaderias. Admirar la mezquita Ketchaoua, de color tierra, antigua catedral de San Felipe, reconvertida en mezquita tras la independencia del país. 

Si nos internamos por la pequeña rue frères Zoubiri encontraremos algunos pequeños restaurantes donde sirven las mejores sardinas a la parrilla que he probado en mi vida aunque personalmente prefiero las fritas, que las hacen con un crujiente buenisimo. También encontraréis bocadillos de brocheta de cordero a la parrilla con pimientos asados. Buscando un poco se encuentran platos muy sabrosos.

En la Kasbah hay dos palacios museos que vale la pena visitar. El primero es el El Museo Nacional de la Iluminación, la Miniatura y la Caligrafía en el Palacio Mustapha Pacha. Este edificio es una maravilla, un auténtico oasis en mitad del caos, calor y barullo de la Kasbah. Esta joya de la arquitectura otomana se construyó en 1799 para alojar al gobernante de la época, el Dey Mustapha Pacha y posteriormente al Dey Ahmed. Tras la ocupación colonial francesa en 1830 el palacio sirvió de residencia oficial de los máximos generales francesas. En 1863 el palacio pasa a ser biblioteca y museo arqueológico. Tras ser clasificado como edificio formando parte del conjunto patrimonial UNESCO de la Kasbah, el palacio se rehabilita para reabrir en 2007 y mostrar miniaturas y caligrafías árabes.

El palacio está realizado con las mejores maderas locales, mármoles italianos, bronces para puertas y ventanas así como cerámicas de Holanda y España. La abundancia de mármol blanco da una frescura excepcional al palacio. Sus patios, algunos con relajantes fuentes, son verdaderamente magníficos. Su rica decoración y armonía lo convierten en uno de mis edificios preferidos de la ciudad de Argel. Recomiendo encarecidamente visitarlo. En sus salas podréis ver minutaturas de caligrafías en árabe bellamente diseñadas, autenticas obras maestras.

El Museo Nacional de las Artes y las Tradiciones Populares en el Palacio Khedaoudj El Amia también es muy interestante. Situado en un palacio algo más íntimo que el anterior, aquí podréis admirar diferentes piezas tradicionales de la cultura árabe, empezando por joyas, utensilios de cocina, muebles o trajes de todas las regiones del país. Este edificio servía de residencia a los tesoreros de los Dey de Argelia durante el siglo X. Vale la pena visitar la recreación de algunas de sus antiguas habitaciones, especialmente el dormitorio con el bello baldaquín. El gran salón con cristaleras y techos estucados fue utilizado como sala de recepción de Eugenia de Montijo , esposa de Napoleón III. Aquí, la aristócrata se reunía con la clase alta colonial de la época para sus fiestas en al capital argelina. 

Consacrada la mañana en la zona antigua, reservad la tarde para los barrios construídos por los franceses, donde evocar una época de grandeza que se paralizó hace 50 años. Exactamente igual que en Cuba. Estos barrios cubren toda la zona conocida como "Argel centro", empezando por el elegante boulevard marítimo, ahora llamado de Ernesto Che Guevara, con sus bellos edificios blancos y las grandes arcadas que cubre sus aceras. Las vistas al puerto y al Mediterráneo son muy relajantes. En un momento dado llegaremos a la plaza de Port Said, donde se encuentra el destartalado Teatro Nacional y donde los más avispados podrán cambiar euros por dinares a un tipo de cambio muchísimo más ventajoso que en los bancos. Solo hay que buscar a los argelinos mostrando fajos de dinares.

Nada mejor que seguir por la calle que sube, conocida como rue Ali Boumendjel que se convierte en la rue Ben M'hidi Larbi. Recomiendo en esta calle visitar el MAMA - Museo Argelino de Arte Moderno -. Normalmente cuenta con buenas exposiciones. Yo pude visitar una dedicada a las heroínas de la revolución por la independencia, que fuerón sistemáticamente silenciadas por el hecho de ser mujeres a pesar de haber jugado un papel crucial en la victoria. Tras el museo, curiosead por las decenas de animados comercios de todo tipo, todos a precioso interesantes. Pasada la elegante plaza del ayuntamiento (con la magnífica estátua del Emir Abdelkader ) y el tramo donde de venden plantas y pajaritos, llegaréis al corazón de la ciudad: el boulevard Mohamed Khemisti, que todo el mundo conoce como la zona de la Grande Poste, por estar aquí uno de los más bellos edificios públicos de la capital argelina: el edificio central del servicio de correos es una de las más bellas muestras del estilo neomorisco construído por los franceses a principios del siglo XX. Su exterior, blanco, imponente, con sus tres gigantescos arcos y sus dos altas cúpulas, es una de las estampas más conocidas de la ciudad. En su interior, los bellos motivos cuidadosamente esculpidos en tonos tierra evocarán a más de uno los cuentos de las mil y una noches.

Si seguimos paseando por el bello boulevard, disfrutaremos de las impresionantes vistas del moderno hotel El Aurassi, orgullo del pueblo argelino por ser el primer hotel de lujo construido por el Gobierno. Su moderna fachada de estilo setentero - fue inaugurado en 1975 - preside gran parte de los barrios de la ciudad. Subid para tomar algo en su terraza  mientras disfrutáis de las vistas de la ciudad y el Mediterráneo: vale la pena.

De vuelta a la Grande Poste, continuad por la mítica rue Didouche Mourad, tal vez la más famosa de toda la ciudad, donde los argelinos quedan por las tardes y por las noches para dar un paseo y curiosear en sus decenas de comercios. El corazón de esta zona es la transitada place Audin, donde se encuentra la Universidad de Argel. Dad una vuelta también por la animada rue Victor Hugo. Todas estas calles cuentan con bellísmos edificios de apartamentos blancos, balcones de hierro y ventanas de madera, muy elegantes. Aquí se puede cenar en uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad: la Brasserie des Facultés, al más puro estilo "pied-noir" pero a precios algo elevados para mí gusto. 

Al día siguiente volved en la zona de la rue Didouche y tomad el metro en la parada Khelifa Boukhalfa hasta la parada Jardin d'Essai. Antes de nada, subíos el teleférico para admirar las vistas desde el triángulo de cemento conocido como Monumento a los Mártires, auténtico símbolo de la ciudad. Bajad de nuevo y dirigíos a los jardines: no se puede visitar Argel sin dar un paseo por el Jardín d'Essai, si se puede una tarde de sábado, como las decenas de familias y grupos de amigos argelinos. Tras pagar el irrisorio precio de la entrada, podremos disfrutar de un bellísimo complejo de jardines. su nombre se debe a que antiguamente era el jardín donde los Botánicos "ensayaban" la plantación de diversas especies para ver como respondían al clima local. Ahora, además de los invernaderos donde se sigue experimentando, el jardín cuenta con dos enormes zonas: la del jardín francés, construída alrededor de una gigantesca escalinata dominada por filas de palmeras, con ordenadas fuentes, rectas avenidas y cuidados parterres. Por otro lado, se encuentra el jardín inglés, que imita el estilo de un bosque, con caminos sinuosos, vegetación frondosa y lagos artificiales. En la mitad de ambos jardines se encuentra un agradable restaurante donde ordenar platos de buena calidad a precios más que razonables que recomiendo encarecidamente. Las brochetas de cordero así como la ensalada de aguacate con gambas me parecieron deliciosas.

Tras la comida, disponeos a visitar el decadente zoo. Su selección de animales del Sahara, originarios del sur del país, tales como las hienas, el zorro del desierto - muy adorable pero frágil ya que mucha gente lo toma como mascota pero mueren fácilmente fuera de super entorno desértico -y otros muchos más. Tienen tigres, guepardos y leones, que dan mucha pena encerrados en espacios tan pequeños. Los monos son graciosos, especialmente los más pequeños, que ha conseguido hacer  agujeros en las jaulas de las que se escapan, se dan un paseo por el exterior y luego vuelven. Nosotros nos dimos un buen susto y la señora de la foto también. 

Tras tanto paseo, nada mejor que relajarse en la célebre piscina del Sofitel Hamma Garden, con vistas al bello monumento de los Mártires. La mejor manera de terminar una agotadora jornada de turisteo por la nada turística capital argelina. 

Finalmente, reservaos la noche del jueves o viernes para salir de fiesta. Argel no es un destino donde la noche sea prolífica. Hay muy pocos locales abiertos, básicamente tres discotecas: Cristal - en el hotel Hilton -, Star Studio - en el hotel Sheraton - y la más famosa de todas: Triangle, justo debajo del gigantesco Monumento a los Mártires.

En Argel, la noche se vive de manera similar a otros países mediterráneos: lo primero es tomar algo en las casas entre amigos, luego se puede ir a algún bar o local y finalmente, ya tarde, como alrededor de las dos de la mañana, llega el momento de ir a una de las tres discotecas. Los locales más chics donde tomar una copa se encuentran en el Bois des Arcades, en el punto más alto de El Madania. Allí podremos disfrutar de terrazas bajo el cielo estrellado rodeados de centenares de pinos que dan un olor estupendo al ambiente. El Piano Piano es un buen local donde empezar la noche con música a la última.

Volviendo a las discotecas, sólo tuve la oportunidad de conocer Triangle, tal vez la más famosa, con sus tres salas: techno-house, jazz y raï. La sala de techno-house bulle con la música a todo volumen y luces flash que no paran de cegar a los asistentes. Es interesante a la vez que extraño el ambiente de mezcla de grupos de amigos y amigas de las buenas familias argelinas, expatriados y prostitutas. A pesar de ser penada con dos años de cárcel, la homosexualidad está presente en Triangle con grupos de amigos claramente gays pero que actuan de forma muy discreta debido al férreo control de los guardias de seguridad. Sin embargo, la sala que hay que ver si o si es la de raï, el género musical argelino por excelencia, donde un cantante lanza sus poemas en directo mientras suena este curioso género mezcla de electro, pop e instrumentos árabes. Al más puro estilo de cabaret argelino, el público baila siguiendo los movimientos tradicionales con las manos y brazos. Sin duda, una de las experiencias más argelinas posibles.

Argel es una ciudad diferente, sin ninguna preparación ni interés de recibir al turista. Sólo los más aventureros disfrutarán de esta complicada pero preciosa ciudad, una auténtica joya del urbanismo árabe con grandes influencias turcas, beréberes y francesas. Al no haber apenas turismo extranjero, los argelinos os recibirán con gran simpatía, curiosidad y ganas de mostrar su ciudad, cultura y gastronomía de forma totalmente desinteresada. Turismo alternativo, cuanto menos. 

divendres, 8 d’agost del 2014

Delos

Delos, una pequeñísima isla de apenas cinco kilómetros de largo y uno y medio de ancho, fue en su tiempo uno de los lugares más sagrados de la antigua Grecia, donde nacieron los dioses gemelos Apolo y Artemisa. La isla se sitúa en el corazón del Mar Egeo, en mitad de las islas Cícladas, a pocos minutos en barco de Mykonos. 

La construcción de un enorme santuario a Apolo donde venían griegos de todas partes a ofrecer sus oraciones, así como la declaración de Delos como puerto libre, empezaron a atraer riquezas a la isla hasta el punto de convertirla en el auténtico centro comercial del este Mediterráneo. Ricos mercaderes, banqueros y armadores de todo el mundo se instalaron en mansiones construídas en esta rocosa isla, atrayendo a su vez a constructores, artesanos y artistas que construyeran estas lujosas residencias, decoradas con mosaicos y frescos. Delos pronto se convirtió en el mayor centro comercial del mundo según los romanos - maximum emporium totious orbis terrarum -. 

A principios del siglo I antes de Cristo habitaban en la isla más de 30,000 personas. 750,000 toneladas de mercancías se movían en su puerto cada año. La populosa ciudad bullía con un gran teatro, templos, santuarios, un gran estadio, un hipódromo, gimansios, saunas, mercados...

Esta prosperidad unida a las amistosas relaciones con el Imperio romano fueron la mayor causa de su destrucción cuando el rey de Pontus, enemigo de los romanos, atacó la isla en el 88 antes de Cristo. 20 años después, los piratas de Athenodorus saquearon la delibitada isla. Poco después, Delos quedaba abandonada. 

En 1872, arqueólogos franceses empezaron las excavaciones, que aún hoy en día siguen, para sacar a la luz los restos del grandioso santuario y ciudad de Delos. Y es por eso que no pude evitar visitarla, siendo además Patrimonio de la Humanidad UNESCO

Acceder a la isla es muy sencillo desde diversos puntos de Mykonos. Nosotros tomamos el pequeño barco que sale los martes a las 10,45 de la mañana desde la playa de Ornos, que vuelve de Delos a las 13,30. Una vez en el antiguo puerto de Delos, bien untados de crema solar ya que hay pocas sombras en la isla, empezamos a descubrir las ruinas de lo que fue una de las ciduades más prósperas del Mediterráneo de hace dos mil años. 

Empezamos empinando las empedradas calles del barrio que acogía las mansiones más elegantes, con sus patios porticados y sus bellísimos mosaicos, cada casa con un símbolo propio representado en los suelos, como los tridentes, los delfines, Dioniso, las máscaras... etc. La altísima calidad de estos mosaicos es la muestra palpable del refinamiento al que había llegado la isla. En ese mismo barrio se encontraba el magnífico teatro, que sirvió tanto para ofrecer espectáculos líricos como de foro democrático de votación y asamblea ciudadana. Nos impresionamos también con los magníficos depósitos subterráneos de agua potable. Seguimos remontando hacia la pequeña montaña que domina Delos: Kynthos. No la escalamos porque el calor húmedo era insoportable, así que nos dedicamos a visitar los templos de Hera y a los dioses extranjeros, situados a los pies de la colina. Desde allí se tenía un bello panorama de las ruinas de la isla y su puerto. 

Para descansar un poco del sol nos metimos en el museo de la isla, que cuenta con una magnífica colección de objetos de uso privado durante el período helenístico así como de estátuas, cerámica y bellos mosaico y frescos originarios de las casas de los habitantes de Delos. Sin duda uno de los elementos más impresionantes son las estátuas de los leones originales, símbolo de la isla. Estas estátuas, situadas a lo largo de uno de los principales paseos de la ciudad, fueron descubiertas por comerciantes venecianos que pensaron que se les había aparecido el león de San Marcos, patrón de la Serenísima República Veneciana. Por eso lo cargaron en sus barcos y lo instalaron frente al arsenal de Venecia, donde aún se conserva, eso sí, con una cabeza nueva añadida en el siglo XVII.  

Seguimos por el exterior, visitando los restos del santuario, los mercados y el ágora construída por los romanos. De ahí caminamos la magnífica avenida de los leones, donde ahora se encuentran las réplicas de los mimos. Estas estátuas fueron colocadas para mostrar a los creyentes esculturas de animales poderosos y exóticos que la mayoría de ellos nunca verían en la realidad. Esta avenida llevaba al lago sagrado, donde se encontraba la palmera sagrada que según los antiguos griegos vió nacer a Apolo cuando la Titán Leto le dió a luz. Lástima que el lago fuera drenado en 1925 debido a una epidemia de malaria. 

Para recargar fuerzas tomamos uno de los típico - y caros - zumos de naranja recién exprimidos de Delos, antes de tomar el barco rumbo a la playa de Ornos, nuestra base de operaciones en Mykonos. Delos es una excursión obligada para todo el que visite Mykonos o Naxos. 

dissabte, 2 d’agost del 2014

Atenas

Durante el fin de este Ramadan aproveché para visitar Grecia con mi compañera de trabajo. Al estar toda Argelia en familia celebrando el primer "Eid", casi nadie viaja, por lo que los vuelos a determinados destinos suelen estar más que baratos. Y efectivamente, Alitalia nos proponía una opción realmente económica para conocer Atenas y de allí tal vez explorar alguna de las islas griegas. Tras una breve escala en el aeropuerto de Roma-Fiumicino, llegamos a Atenas a mediodía, listos para descubrir la milenaria ciudad donde nació el "gobierno del pueblo" - δημοκρατία -en el siglo V antes de Cristo. El moderno aeropuerto El. Venizelos está conectado con autobuses, tren y taxis a la ciudad. Como teníamos poco tiempo y hacía mucho calor, tomamos un taxi para ir a nuestro hotel en Omonia, una de las zonas más feas de la ciudad, pero mejor conectadas. 

Tras dejar el equipaje, caminamos a lo largo de la animada avenida Athinas, donde decenas de comercios a precios bajos ofrecen miles de productos. También encontraréis el animado Mercado Central de Atenas, con sus pasillos de carnes, pescados, verduras, olivas, quesos y otras delicias griegas. Seguimos caminando hasta llegar al corazón de la vieja Atenas: la plaza de Monastiraki, con sus tiendas de antigüedades, librerías, fruterías... todo al mejor precio. La plaza está presidida por el imponente paisaje de la Acrópolis en lo alto de la montaña, así como por la antigua mezquita de Tsisdarakis y el pequeño monasterio ortodoxo de Panayia Pantanassa, que da el nombre a la zona. Me llamó muchísimo la atención el minúsculo tamaño de las iglesias y monasterios ortodoxos, siempre oscuros, llenos de velas e iconos de Jesucristo, la Virgen y todos los Santos.

Continuamos por las diferentes callejuelas hasta llegar a Psirri, una zona dinámica llena de restaurantes y tiendas jóvenes. Y allí, como teníamos muchísima hambre, empezamos a buscar entre los agradables restaurantes, eligiendo el Oineas, un precioso local lleno de objetos de coleccionista que los dueños han ido recopilando durante toda su vida: botellas de refrescos, carteles publicitarios antiguos y otros objetos vintage. El restaurante cuenta con un menú corto - algo que siempre me ha gustado - y que cambia cada dos meses de acuerdo con los elementos de temporada, respetando siempre las recetas de la cocina griega. Ese día nos recomendaron empezar con dolmadakia, arroz especiado enrollado en hojas de parra con aceite de oliva y limón. Estaban especialmente buenos, en parte debido a que los hacen ellos - en otros restaurantes los compran ya hechos -. Por supuesto, el pan acompañado de satziki y las olivas estuvieron presentes durante toda la comida. Como platos principales aceptamos la recomendación del día: una deliciosa moussaka - la mejor que he probado en mi vida - y un cordero al horno con alcachofas y patatas. Finalmente, la amable dueña nos obsequió con un magnífico postre: capas de hojaldre con crema casera y fresas. Sin olvidar el chupito final de mastixa, el digestivo griego por antonomasia, hecho de mastic, la resina de un árbol que sólo crece en la isla de Chios.

Bien recargados y descansados, continuamos hasta llegar a la antigua Ágora de Atenas, el centro de la ciudad antigua, con sus templos en ruinas, mercados, edificios públicos y tribunales.Aquí nació la democracia, aquí es donde los antiguos ciudadanos atenienses - hombres libres - se reunían para votar acerca de las decisiones del gobierno, las leyes y votaban - o sorteaban - a las personas que gobernaban la ciudad durante un tiempo limitado. Paseamos por uno de los edificios reconstruídos, la Stoa de Attalos, que antiguamente fuera mayor edificio cubierto de la ciudad. Este imponente edificio, con columnas dóricas y jónicas, fue un regalo del rey Átalo II de Pérgamo a la ciudad de Atenas, en agradecimiento a la educación que recibió en la ciudad durante su juventud. El edificio era una especie de centro comercial de la antigüedad, con decenas de tiendas, donde los atenienses se refugiaban del frío viento en invierno y del sol veraniego y daban paseos a lo largo de la columnata. Actualmente es un museo con decenas de estátuas encontradas en la zona.

Pero nos esperaba lo mejor: tras remontar la montaña llegamos hasta la famosa Acrópolis de Atenas, la zona más alta de la ciudad, enmurallada y fuertemente protegida. La entrada se realiza por la gran puerta de los Propileos y enfrente está el antiguo templo de Atenea victoriosa, que contaba con una gigantesca estátua en plata de la diosa protectora de la ciudad. En otro de los lados están las ruinas del Erecteión, templo dedicado a Poseidón, Atenena y el mítico rey Erecteos. De esta estructura lo más conocido es la tribuna sostenida por las seis cariátides, que simbolizan las mujeres de la ciudad de Cariátide, aliada con los persas. Tras la victoria griega, los atenienses vendieron a todas las mujeres de esta ciudad como esclavas y esculpieron estas estátuas para recordar su suerte a todos los que traicionaran la unidad griega. 

En uno de los lados de la colina se encuentra también el Odeón de Herodes, un regalo del gobernante romano a los atenienses donde aún hoy en día se representan famosas óperas en verano, aunque lamentablemente no puede ir a verlas. Pero es el Partenón el gran edificio del lugar, uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura mundial y sin duda joya del estilo dórico. El majestuoso templo de Atenea Phartenos - Virgen - muestra la perfección matemática a la que llegaron los antiguos griegos, incluyendo los pequeños errores que hicieron a propósito en las columnas a fin de que desde cerca se siguiera viendo igual de perfecto, no como en otros monumentos que cuando nos acercamos apreciamos defectos causados por ilusiones ópticas. Es impresionante, sin duda ninguna. Una pena que los ingleses trasladaran - o robaran - los  frisos y frontones al Museo Británico. 

Por último, apreciad las vistas desde la colina, desde las cuáles ver toda la ciudad, desde las montañas hasta el mítico puerto del Pireo. Como hacía mucho calor, descendimos de nuevo, esta vez a la populosa calle Ermou, centro de las compras de los atenienses en lo que a moda se refiere. Allí nos sentamos a tomar un delicioso yogur griego frente a la pequeña iglesia de Kapnikarea, de estilo bizantino. Tras la pausa, seguimos caminando hacia la plaza Syntagma, centro de la Atenas contemporánea, donde se encuentran los mejores hoteles de la ciudad y la sede del elegante Parlamento Helénico, originalmente palacio de los reyes griegos, siendo la última residencia del depuesto rey Jorge. Allí recomiendo llegar al anochecer, cuando se produce el cambio de guardia frente a la tumba al Soldado Desconocido. Aquí, los llamados evzones - la élite de la Guardia Griega - vestidos con las tradicionales faldas, sombreritos rojos y zapatos con pompón - el uniforme de los antiguos rebeldes griegos durante la independencia del Imperio Otomano -realizan un vistoso ritual que vale la pena presenciar a cada hora impar. 

Como ya era de noche, volvimos al hotel a descansar. Esa noche salimos a tomar algo por los divertidos bares de las zonas de la plaza Karitsi y de la plaza Santa Irina. Es una zona donde salen veinteañeros y treintañeros pero en plan tranquilo. Así que hicimos lo mismo: había que aprovechar el día siguiente. 

El hotel en el que nos quedamos, el Dorian Inn, cuenta con una agradable piscina en el último piso con unas vistas preciosas a la Acrópolis en las que relajarse una soleada mañana ateniense o tomar algo por la noche. La iluminación nocturna del Partenón es impresionante. Ese día lo consacramos al estupendo Museo Nacional de Arqueología, primer museo de Grecia, en un edificio construído en 1821, justo después de la guerra por la independencia griega, siguiendo el estilo neoclásico. Es maravillosa su colección de estátuas griegas, que van desde el estilo arcaico con los grandes kuros, rígidas y sonrientes estátuas que representan a los jóvenes vencedores de los Juegos Olímpicos, de rasgos hieráticos y gran similaritud. Luego se pasa a la riqueza del periodo clásico, con todo tipo de estatuas en mármol y bronce, relieves, tumbas... impresiona especialmente la estátua de bronce de Poseidón a punto de lanzar su tridente - el tridente se perdió -. Finalmente la colección acaba con las estátuas de la época en la que Grecia ya no era más que una provincia del Imperio Romano. Son más de 30 salas las que guardan una de las colecciones de estátuas más amplias del mundo. Por supuesto, hay muchas otras colecciones, como la dedicada a la deslumbrante joyería bizantina donde todas las miradas se ponen en la máscara funeraria dorada que se pensó del rey Agamenón. La colección de vasijas en el segundo piso es también increíble con los característicos tonos anaranjados y negros de la Grecia clásica. Hay también una sala dedicada a los restos encontrados en Thira - Santorini - donde destacan algunos frescos de la civilización minoica. Vaya, el museo es enorme y muy completito por lo que me tocará volver con un guía para exprimirlo al máximo.  

Finalmente, ese día lo acabamos picando algo y saliendo de fiesta por el distrito de Gazi-Technopolis, una zona que originalmente se construyó para albergar la planta gasificadora de Atenas en 1860 y que ahora se ha restaurado. En el centro esta el antiguo tanque de gas, ahora iluminado de forma contemporánea y alrededor todo tipo de locales organizan exposiciones, seminarios de todo tipo, conciertos y otros eventos culturales. La fiesta aquí es también muy buena todos los días, con bares para todos los gustos. Empezamos en 45 Degrees, una terraza con bellas vistas al tanque de gas y buena música hard rock. De allí pasamos a Voodoo, donde estaban en mitad de una fiesta llamada "Greekz do it better" en la que sólo se ponía música contemporánea griega de tipo pop y dance. Acabamos la fiesta en el Why Sleep?, un amplio local a rebentar con terraza donde gogós masculinos y femeninos bailaban al ritmo del hip hop, r&b y reaagetón. Para ser una tórrida noche de un miércoles de julio el ambiente estaba muy animado. No quiero imaginarme como debe ser un viernes de septiembre. Tendré que volver, sin ninguna duda. Al día siguiente, bien temprano, pusimos rumbo al Pireo para tomar nuestro fast ferry a las islas Cícladas. Pero eso ya es materia para otro post.

Atenas es una ciudad muy agradable, con un sistema de metro aceptable y precios razonables. Hay mucho que ver para un turista, de hecho me quedan muchísimas cosas pendientes como el nuevo moderno museo de la Acrópolis, el templo de Poseidón o el antiguo estadio Panatenaico. Sin nombrar la gigantesca oferta gastronómica, cultura y de fiesta que ofrece esta divertida ciudad.