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dissabte, 16 de juliol del 2016

Echmiadzin, Garni y Geghard

Desde Ereván hay dos buenas excursiones que tuve la suerte de hacer. La primera fuera a Echmiadzin, sede de la Iglesia Apostólica Armenia. A tan solo 20 kilómetros desde Ereván, fue aquí desde donde San Gregorio el Iluminador, convenció al rey de Armenia de convertir su reino al cristianismo y mandó construir la primera catedral cristiana. Es por eso que aquí se encuentran los edificios de culto cristiano más antiguos del mundo. El santo tuvo una visión de Jesucristo bajando del cielo y dando martillazos con un martillo de oro, indicando donde debía ser construido el templo. La catedral de Echmiadzin ha sido reconstruida y ampliada docenas de veces, por lo que para ver edificios originales es mejor dirigirse a las tres pequeñas iglesias que hay en la población. 

Estas antiquísimos templos tienen su origen en la llegada de 40 vírgenes cristianas que huían de la persecución del emperador Diocleciano. La primera iglesia se levanta donde Santa Hripsime fue martirizada por negarse a contraer matrimonio con Diocleciano. Esa santa era un patricia miembro de la corte imperial que bien joven se convirtió al cristianismo y se dedicó a una sencilla vida de retiro espiritual a las afueras de Roma junto con otras 39 compañeras. El emperador quiso casarse con ella, prendado de su belleza. Sin embargo, ella quería seguir con sus votos religiosos, así que, aconsejada por Gayané, la superiora del grupo, decidió huir a las tierras más lejanas de Roma: pasaron por Alejandría, Jerusalén y finalmente acabaron en Armenia. Las 40 vírgenes emprendieron pues el viaje. Cuando fueron localizadas, el emperador, furioso por la huída de estas romanas, ordenó al rey de Armenia, Tirídates, que capturara a Hripsime y la llevara de vuelta a Roma y que asesinara a las otras 39. Al final, las vírgenes acabaron violadas, torturadas y descuartizadas.

La segunda iglesia es la de Santa Gayané, donde fue martirizada la superiora de las 40 vírgenes. En ambas iglesias las tumbas de las santas se encuentran en los subterráneos. Finalmente, la iglesia de Choghagat, también de gran sencillez, se levanta donde fueron martirizadas las otras 38 vírgenes. Hicimos la ruta de las tres iglesias andando, mientras caía un sol de justicia. A pesar de ser abril, pegaba muy fuerte y acabamos sudadísimos. Lo bueno es que en los jardines de cada iglesia, y en general en la ciudad, hay fuentes de las que mana deliciosa agua helada de las montañas para beber y refrescarse. 

Acabamos la ruta en el complejo religioso donde se encuentra la catedral más antigua del mundo (aunque muy reformada) y sede del jefe espiritual de la Iglesia Armenia. Este complejo religioso , al que no paran de añadirse nuevos edificios, cuenta con bibliotecas, seminarios, dormitorios y por supuesto con el enorme palacio del Cathólicos, patriarca supremo de la Iglesia Armenia. En esta catedral se guardan tres reliquias fundamentales para cualquier cristiano: la lanza sagrada con la que el centurión romano atravesó a Cristo clavado en la cruz, un trozo del arca de Noé y la mano de San Gregorio. Nuestra visita coincidió con una celebración religiosa, en la que varios sacerdotes y seminaristas vestidos con túnicas rojas cantaban salmos que resonaban por todo el templo mientras llenaban el templo de aromático incienso con un bello incensario de plata. Los fieles, todos de pie (en las iglesias ortodoxas no hay sillas) atendían la celebración mientras que otros rezaban en silencio a los diferentes iconos repartidos por el templo y les ponían alargadas velas. Lo que más me llamó la atención fueron los frescos de ángeles, representados como cabezas con gesto hierático con seis alas alrededor. Me recordaron mucho a las representaciones de ángeles que habían en Santa Sofía en Estambul.


Finalmente, mi visita a Armenia concluía con una excursión de un día al precioso valle de Azat, a algo más de una hora de la capital, Ereván. La mejor manera de hacerla es alquilando un taxi que os lleve a los distintos lugares y os espere. Y eso hicimos. Tras recorrer una carretera rodeando las impresionantes montañas, llegamos al templo de Garni, único ejemplo en todos los territorios de la antigua Unión Soviética de arquitectura grecorromana original. Este templo fue construído por el rey Tirídates (el mismo que ordenó martirizar a las 40 vírgenes) con el dinero que el emperador Nerón le otorgó tras su visita a Roma, para honrar a la diosa Mitra. Sin embargo, algunas arqueólogos señalan que podría más bien tratarse de una tumba al gobernador armenio-romano Sohaemus. En cualquier caso, este elegante edificio de columnas jónicas es toda una excepción en los antiguos territorios soviéticos.

Continuamos la excursión hacia las escarpadas laderas de la entrada del valle del Azat, donde se encuentra el impresionante monasterio de Geghard, rodeado de una alta muralla, alberga varias tumbas e iglesias que representan el apogeo de la arquitectura medieval armenia. Casi todos los edificios de este complejo están excavados en roca. El conjunto, encajonado en la garganta del río Azat, se funde de forma perfecta con el paisaje. Se hizo así para evitar ser vistos por potenciales invasores que atravesaran el gran valle. Las construcciones se empezaron en el siglo IV aunque algunas datan del XIII, mostrando el gran dinamismo que experimentó este complejo a lo largo de los siglos.

La tradición cuenta que el monasterio fue fundado por San Gregorio el Iluminador, tras adoptar Armenia el cristianismo como religión oficial. Al principio se construyeron estancias excavadas en la roca, al lado de un manantial subterráneo que el santo consideró como sagrado. Poco a poco se fue haciendo la catedral, las pequeñas iglesias de alrededor, los claustros, las tumbas familiares de los príncipes Proshyan así como numerosas "celdas" excavadas en roca, que eran donde habitaban, de forma humilde, los monjes. El monasterio contó con una famosa escuela, una biblioteca y un scriptorium. Ganó relevancia y riqueza al acoger restos de la lanza con la que un centurión romano remató a Jesucristo en la cruz, clavándola en el costado hasta atravesarle el corazón. Dicha reliquia se trasladó posteriormente a Echmiadzin.

El complejo está lleno de rocas con cruces talladas, conocidas en armenia como "khachkars". Una de las iglesias fue totalmente excavada en la roca, con forma de cruz ortodoxa (es decir, con los cuatro lados iguales). En una de las salas anexas se encuentran las tumbas de antiguos príncipes armenios. En otra de las iglesias excavadas se encuentra el manantial, declarado sagrado por San Gregorio, pero que ya era considerado sagrado por las religiones precristianas. En esa sala, donde el agua brotaba de las rocas superiores y creaba un pequeño riachuelo que atravesaba parte del templo en la oscuridad, se siente una enorme energía. Sin duda, es uno de los momentos viajeros más impactantes que he vivido, explorando con la linterna del teléfono los diferentes relieves, muchas veces representando a los cuatro evangelistas (toros, leones, ángeles y águilas), cruces o diferentes formas geométricas. Entre eso, el sonido del agua y el del viento que se cuela por los los recovecos y que ese día soplaba fuerte, uno se siente como Indiana Jones explorando un templo perdido. Situarse en el centro del templo y sentir la reverberación de los sonidos o de la propia voz es impactante. Los conocimientos matemáticos y arquitectónicos que poseían los constructores deberían ser muy avanzados para conseguir una acústica tan buena. Sin duda, los estudiantes de arqueología se sentirán aquí como en el paraíso.

Saliendo de nuevo al exterior, la tradición dice que el que consigue meter una piedrecita en alguno de los pequeños agujeros que pueblan uno de los muros rocosos exteriores de la iglesia verá un deseo cumplido. Yo lancé tres, por si acaso, aunque me costó lo mio que las piedras entraran y se quedaran en dichos nichos. Cuando atravesamos la muralla del complejo monástico, nos dirigimos a disfrutar de la zona que lo rodea, de una excepcional belleza natural. El caudaloso río Azat baja de las montañas en tromba a través de los frondosos bosques y bellos picos. Cruzando un empinado puente para salvar el furioso río y entramos a un pequeño bosque donde los armenios aún dejan atados a las ramas algún pañuelo que tengan para pedir un deseo. La zona transmite muchísima energía ya sea por el viento, por la fuerza del agua o por la frondosidad de la naturaleza. pero el caso es que los armenios consideran este lugar como sagrado desde hace siglos.Una de las principales razones que hacen imprescindible visitar Geghard es sus altos niveles de autenticidad arquitectónica. El hecho de que fue usado ininterrumpidamente durante siglos mantuvo su estructura original con lo que podemos admirar edificios y relieves originales de más de mil años que se encuentran en su lugar y contexto original.

A la salida, diversos puestos de artesanía o dulces tradicionales os tentarán. Como era la Pascua cristiana, vendían un gigante pan redondo dulce con relieves del templo diseñados en el pan. Lo compramos para disfrutar de el a la vuelta. El sabor que tenía me recordó a la mona de pascua valenciana. Al volver a Ereván, el cielo se había despejado, y por eso el monte Ararat se veía en todo su esplendor, excepto la cima de gran Ararat, a la que cubrían las nubes. Es un paisaje inolvidable. En ese momento comprendí la enorme nostalgia de los armenios y su lamento de que el monte, tan importante para esta nación, esté actualmente en territorio turco. Armenia es un país inolvidable con una naturaleza bellísima. Sus orgullosos pobladores cuidan su lengua, su cultura, su gastronomía y sus tradiciones con muchísimo cuidado. Reciben al visitante con una hospitalidad enorme con el fin de que el viene a este pequeño gran país pueda entenderlo un poco y disfrutar de todos los tesoros arquitectónicos, culturales o gastronómicos que los armenios han dado a la humanidad. 

dissabte, 9 de juliol del 2016

De restaurantes por París II

Hace bastantes años escribí una entrada donde recogía los restaurantes de gastronomía francesa que más me habían gustado durante mi año Erasmus en París. Ahora, tras otro año en la Ciudad de la Luz conociéndola en profundidad, publico una segunda parte, con los restaurantes donde disfrutar de la gastronomía francesa que más me gustaron. Esta vez son todos de la rive Droite, donde me he movido principalmente este años ya que he vivido y trabajado en el 16eme. Algunos son históricos, otros solo ofrecen una especialidad, otros tradicionales, algunos caros y otros más asequibles. Pero sin duda, todos inolvidables.Ninguna visita a París queda completa sin buenas comida o cenas disfrutando de su oferta gastronómica. Seguid usando y abusando de La Fourchette, donde siempre se encuentran buenos descuentos.

Privé de Dessert

El primer restaurante ofrece platos de la cocina francesa e internacional presentados de una manera especial. Local muy joven, lleno de camareros amables y rápidos, es único. El concepto que propone es muy curioso: Los platos del menú tienen nombre de postres y además, están presentados como tales. Sin embargo, son recetas saladas. En este mundo al revés, nos tomaremos un tiramisú como plato principal, hecho de carne picada con capas de puré de patata o un Saint-Honoré, que en realidad es una hamburguesa con bolitas de masa rellenas de queso fundido y una chantilly salada deliciosa. Los "churros" que sirven son una especie de patatas fritas con harina con la perfecta forma de churro. La sorpresa se cierra con la corta lista de postres, que tiene nombres de platos salados. Por ejemplo, podremos acabar la cena con un plato de espagueti boloñesa, que en realidad están hechos de manzana con salsa de fresa. La verdad es que está todo muy bien conseguido, daba la impresión que me estaba comiendo un postre gigante como plato principal. El restaurante vende su interesante libro de recetas a todo color para cualquier interesado en emularlas y sorprender a sus invitados. Este lugar es perfecto para sorprender a alguien o para pasar una velada divertida entre amigos. Diferente a todo lo que hayáis visto antes, y además la comida está buena, es bastante estándar y gustará a todos. 


Les Philosophes

Claro que Privé de Dessert gustará y sorprenderá. Pero si hemos venido a París también es para disfrutar de su gloriosa historia y sus platos tradicionales. Para eso, nada mejor que dirigirnos a unos de los barrios más antiguos de la ciudad, el Marais, donde se encuentra Les Philosophes, histórico restaurante con más de cien años de historia, en el que asociaciones de judíos solían reunirse. De hecho, uno de los que frecuentaba este local fue Trotski en sus visitas a París a principio del siglo XX. Actualmente mantiene su ambiente histórico, con esa decoración tan típica del París de la belle-époque y camareros vestidos con pantalones negros y camisa blanca. A pesar de que tienen una escueta carta, el menú del día cambia siempre y lo escriben en las pizarras ya que preparan siempre comida fresca y orgánica con ingredientes de temporada que compran en granjas y tiendas de París y alrededores. Los platos saben igual que si los hubiéramos preparado en casa. Lo mejor es su relación calidad-precio, una de las mejores que he visto en París. Muy recomendable para vivir la experiencia de un restaurante tradicional parisino sin arruinaros, con comida de calidad y fresca. Tras la comida, un paseo por las callejuelas del Marais para curiosear sus tiendas pondrá el broche a un almuerzo perfecto.

Le MaZenay


Y de la tradición de Les Philosophes pasamos a la innovación de Le MaZenay, un perfecto ejemplo de las recientes evoluciones de la nouvelle cuisine. En un local decorado de forma contemporánea casi nórdica, el chef borgoñón Denis Groison nos brinda un corto menú que rescata las recetas de su región natal usando ingredientes de la temporada casi siempre franceses. De entrante probé el sablé de escargots, una especie de galleta dulce con caracoles salvajes asados por encima y una crema de queso suave casera. De primero tomé un guiso  que llevaba cigalas, crestas de gallo asadas, trozos de carne de cuello de vaca y quenelle de ave (una especie de albóndiga cilíndrica con pasta de sémola, mantequilla, huevos, leche y carne desmenuzada de ave) todo coinado en una salsa muy rica de vol-au-vent deconstruido. El sabor era exquisito y no pude evitar mojar el crujiente pan casero en esta sustanciosa salsa. De postre degusté su famoso milhojas, súper suave y crujiente. Por recomendación de la amable camarera maridé la comida con una copa de un premier Cru blanco borgoñón buenísimo. Gastronomía francesa de mercado con toques regionales de la Borgoña preparada de manera innovadora con un balance de sabores muy acertado.


Le Relais de Venise (son entrecote)

Es cierto que los tres primeros restaurantes que he presentado tienen una carta corta (símbolo de que los platos preparados estarán buenos). Pero es que Le Relais de Venise los gana a todos: aquí no hay carta ya que solo se sirve un menú. El concepto de este bistró es simple: tras esperar unos minutos en la cola (siempre hay gente esperando) os sentarán en una mesa, muy pegado a otros comensales siguiendo la tradición de los bistrots parisinos, y os plantaran una pequeña ensalada de lechugas y nueces aliñada con una mezcla de mostaza y aceite y cubierta de queso parmesano rallado. A la vez, nos preguntarán por como queremos el entrecot (poco hecho, al punto o muy hecho, aunque en francés hay cuatro opciones: bleu, saignant, à point o bien cuit). No hay otra opción de comida. Al poco os traeran un plato lleno de patatas fritas caseras y el famoso entrecot cubierto de su salsa verde secreta. Si os lo acabáis todo (que os lo acabaréis), la camarera volverá y sin mediar palabra os volverá a servir otro entrecot y muchísimas patatas. La carne es de primera y se funde en la boca. Al finalizar, os preguntará si queréis el postre. A mi me gustó pero tampoco es nada del otro mundo. Se trata de un postre que ellos inventaron, le vacherin, una torre de helado, pasta de mashmallows y chocolate derretido. Cuando acabéis, la camarera apuntará lo que haya consumido la mesa en el mantel de papel, hará las sumas allí y os cobrará. El mejor entrecot de París sin ninguna duda. Un plato simple cocinado a la perfección.


Le Bouillon Chartier



Finalmente os propongo otro lugar histórico y además barato. Su historia, precios y carta de paltos tradicionales franceses atraen a multitudes tanto locales como de turistas, por lo que siempre hay que hacer un poco de cola y se recomienda ir un poco antes de mediodía o de las siete de la tarde para no tener que esperar mucho. No aceptan reservas al igual que Le Relais de Venise. Esta brasserie histórica lleva 120 años sirviendo comidas suculentas a precios populares a todos los que acudían a teatros, cines o tiendas de los concurridos grandes bulevares de la rive Droite. Aquí reviviremos el esplendor de los restaurantes masivos de la belle-epoque parisinos con camareros sirviendo en traje y pajarita que toman las órdenes apuntando en el papel de la mesa. El corto pero completo menú parece sacado de una guía de turismo ya que ofrece los platos más clásicos de la cocina gala a precios asequibles: choucroute alsaciana, puerros a la crema, caracoles de Borgoña, boeuf bourguignon, foie gras de pato, costillas de cordero, tartar, terrine, confit de pato... Los postres también están ricos, aunque demasiado azucarados a mi gusto como la famosa mousse de chocolate o la mítica copa Mont-Blanc, a base de crema de castañas con chantilly casero por encima.

La Patisserie des Reves

Por último, y aunque no sea un restaurante, no me resisto a acabar este repaso con un pequeño consejo: algunos de los mejores dulces tradicionales franceses se encuentran en la Patisserie des Reves, una pastelería con sucursales por todo París de aspecto moderno y algo empalagoso. Cúpulas de cristal cubren cada dulce y abunda el color rosa en las paredes y decoración. Los mejores ejemplos de la repostería gala son vendidos aquí, incluyendo mi preferido, el París-Brest, un delicioso círculo de pasta hojaldrada esponjosa (la misma que la de los profiteroles) rellena de una crema dulce de avellanas. Esto lo inventó un pastelero parisino en 1891 en honor al ciclista ganador de la carrera que hace la ruta de París a Brest (en Bretaña). Otros de los dulces ofrecidos son el Saint-Honoré o la tarta de limón y merengue. Además de los pasteles tradicionales, otros dulces cambian con cada estación. Con el calor veraniego, por ejemplo, aparecen los milhojas helados o la tarta de albaricoques. El primer local se abrió en la chic rue du Bac 93 aunque para sentarnos y poder degustar estas piezas maestras in situ nada mejor que el local de la rue de Longchamp 111 que tiene un pequeño salón de té.

Privé de Dessert
Francés original
Rue Lallier, 4. Metro Pigalle

Les Philosophes
Francés
Rue Vieille du Temple, 28. Metro Hotel de Ville
http://www.cafeine.com/fr/philosophes

Le MaZenay
Francés / Borgoñón
Rue de Montmorency, 46. Metro Arts et Métiers

Le Relais de Venise (son entrecote)
Francés
Boulevard Pereire, 271. Metro Porte Maillot
http://www.relaisdevenise.com/

Le Bouillon Chartier
Francés
Rue du Faubourg Montmartre, 7. Metro Grands Boulevards
http://www.bouillon-chartier.com/fr/

La Patisserie des Reves
Repostería francesa
Varias localizaciones
http://lapatisseriedesreves.com/fr/

dijous, 7 de juliol del 2016

Ereván

Se dice de Armenia que tiene la cabeza en Occidente pero el corazón en Oriente. Lo que está claro es que, a pesar de estar a miles de kilómetros del Mediterráneo, el ambiente de Ereván es muy parecido al de Valencia, Marsella o Roma. A pesar de ser el centro político-económico y social de Armenia, la capital tiene un ambiente relajado, casi de ciudad de vacaciones, con sus habitantes paseándose por los arbolados bulevares o tomando algo en alguna de las decenas de terrazas que pueblan la ciudad.

Armenia es el país más pobre del Caúcaso, pero a la vez el más hospitalario. Los armenios siempre guardarán una sonrisa para cualquier situación y ayudarán presurosos en todo lo que alguien necesite. Además, la vida cultural de Ereván es muchísimo más variada que en Baku o en Tiflis. Teatros, cines, exposiciones y mercadillos de arte abundan.

Como os conté en mi anterior post, llegué a la capital armenia gracias a la amabilidad de una armenia residente en Barcelona que se ofreció a llevarme en el coche de su hermano. Mientras esperaba a que mi amiga me recogiera, me metí en la mejor cadena de comida rápida de la ciudad: Karas. En estos locales venden comida tradicional armenia servida al instante. Grandes barbacoas y hornos presiden cada local donde se cocinan los más variados platos. La fuerte influencia rusa, turca, árabe mezclada con ingredientes caucásicos se observa de forma clara. Yo me pedí un borsch, una sopa de remolacha, ajos, hierbas y una crema agria que está buenísima y es originaria de Ucrania.

Aquella noche paseamos por el centro de Ereván, que fue diseñado por el arquitecto Alexander Tamanian, durante los inicios de la República Socialista Soviética de Armenia, en los años veinte del siglo XX. El corazón de la ciudad, de forma circular, bordeado de un alargado parque alrededor de la calle Kanjyan, cuenta con preciosas avenidas y edificios de color rosa construidos con piedras de canteras locales. Muchos de ellos fusionan el utilitarismo soviético junto a motivos y ornamentos medievales inspirados en las formas de los antiguos monasterios armenios. Paseamos a lo largo de la Ópera en plena plaza de Francia y vimos la estatua de Aram Khachatryan, famoso compositor armenio, cuya obra Sabre Dance es la más conocida. En los alrededores de la plaza habían decenas de puestos en los que se vendían rosas recién cortadas. Fuimos a cenar a un restaurante tradicional armenio, el Ararat Hall, donde pedimos khoravats, carnes de diferentes tipos a la barbacoa y jajik, una salsa a base de yogur, pepino e hinojo, entre otras especialidades. El chef salió a recibirnos y nos explicó la filosofía del restaurante: seguir recetas tradicionales armenias con ingredientes locales pero innovando en la manera de presentarlos. 

Al día siguiente nos dirigimos a una de las colinas de la ciudad, la que alberga el memorial al genocidio armenio. No hay nada que llene de mayor alegría a un armenio que un extranjero que tenga interés por el terrible genocidio de 1915, el primero del siglo XX cuando desde el Imperio Otomano se organizó la eliminación del pueblo armenio. A mi me interesaba muchísimo ya que hasta ese momento era bastante ignorante en el tema. Un taxi nos dejó en la cima. Empezamos la visita por el jardín del memorial, lleno de árboles plantados por líderes extranjeros que han aceptado usar el término genocidio y que lo han condenado de forma expresa. Lúgubres canciones tradicionales armenias de melancolía suenan en altavoces instalados por todo el parque. Seguimos hacia el monumento en sí, de la etapa soviética. La URSS construyó una gran columna de cemento hacia el cielo y al lado, doce gigantescas losas de basalto que rodean una llama que no se apaga nunca. Las doce losas representan las doce provincias de Armenia occidental, que se quedó Turquía tras el tratado de paz entre Ataturk y Lenin a finales de la Primera Guerra Mundial. Desde esta colina se aprecian unas vistas maravillosas de la ciudad, especialmente con el enorme monte Ararat, un volcán inactivo con sus dos cumbres perpetuamente nevadas y que fue donde el arca de Noé embarrancó cuando las aguas empezaron a descender tras el gran diluvio.

Finalmente entramos en el museo del genocidio, situado en la colina bajo el impresionante monumento, donde se narra el gran sufrimiento que todo un pueblo pasó hace un siglo. Fotografías, documentos, reportajes de periódicos, películas... a través de diferentes soportes vamos entendiendo la gravedad de lo sucedido. La revolución de los jóvenes turcos organizó de forma sistemática la eliminación del pueblo armenio, tanto físicamente mediante deportaciones, campos de concentración y asesinatos masivos, como intelectualmente, destrozando libros, iglesias y monasterios armenios. Tras la visita comprendí la importancia de comprender esta tragedia. Como bien dijo Hitler cuando preparaba el genocidio judío: ¨Después de todo: ¿quién recuerda el exterminio de los armenios? Es por esto que el gobierno tiene una política para conseguir el reconocimiento del genocidio armenio por el mayor número posible de países. En 2015 la comunidad armenia global celebró los 100 años de la masacre, volcándose la República Armenia en tales conmemoraciones, bajo el símbolo de las flores "nomeolvides" color violeta. Incluso las Kardashian (armenias de origen) y el marido de una de ellas, el rapero Kanye West acudieron al país para conmemorar la fecha de la masacre.

Esa tarde visitamos el centro religioso de la Iglesia Evangélica Armenia: Echmiadzín, al lado de Ereván. A la vuelta paseamos por la elegante avenida del Norte, zona de las boutiques más exclsivas para luego cenar en Yerevan Pandok (la taberna de Ereván), un restaurante muy tradicional donde empecé con una nrane (una sopa de granada) y probé la ishkhan khoravats, una trucha del lago Seván asada acompañada por dolmas de hoja de para y hoja de coliflor con una fresquita cerveza Kilikia, la cerveza de armenia, de un sabor muy suave y agradable.

La segunda mañana la dedicamos a visitar el Matenadarán, el enorme museo de los antiguos manuscritos. La escritura es fundamental en la nación armenia, ya que ha sido gracias a ella que las tradiciones e historia de este pueblo se han mantenido. Grandes estatuas de los primigenios literatos y eruditos armenios, incluido el venerado San Mesrob Mashtots, que se inventó el actual alfabeto armenio, la grafía Grabar, para traducir la Biblia en el año 405. Aquí se guarda una de las mayores colecciones de manuscritos antiguos del mundo. Tuvimos una visita guiada que nos explicó los principales manuscritos expuestos, así como su historia y curiosidades. La historia, la geografía, la filosofía, la gramática ,el derecho la medicina, las matemáticas, la literatura... hay manuscritos de todo tipo que encierran la memoria nacional armenia. Lo que más impresiona de esta exposición a los que no entendemos el alfabeto armenio son las impresionantes miniaturas que decoran los manuscritos. Llaman la atención las miniaturas que se dibujaron durante las invasiones mongolas, cuando los copistas dibujaban a las Vírgenes y Jesucristos con ojos achinados, con la esperanza de que si los mongoles encontraban dichos manuscritos no los destruyeran. La exposición cuenta con el manuscrito más grande y el más pequeño del país, así como de numerosas tapas de joyas o de marfil de gran belleza. Tras bajas las bellas escalinatas que dan a la avenida Mashtots nos dirigimos a comer a uno de los múltiples restaurantes de comida armenia occidental, que sigue recetas de las antiguas provincias ahora en Turquía. Muchas de estas recetas son extremadamente similares a la cocina de Oriente Próximo y de hecho la mayoría de estos locales son regentados por sirios armenios que han ido saliendo de Siria debido a la terrible guerra civil que vive el país. El restaurante que fuimos se llamaba Anteb y me encantó su madzun, una leche fermentada con ajo perfecta para acompañar shish kebab con arroz pilaf al azafrán y el humus. Por la tarde nos dirigimos a visitar el único templo griego en la antigua URSS: Garni, así como el bellísimo monasterio de Geghard, cavado en roca.

A la vuelta nos paseamos por el parque Tamanian, que tiene el nombre del urbanista que diseñó la actual Ereván y cuya estatua mirando planos preside la zona verde. Numerosas terrazas de cafés y restaurantes abarrotan el bulevar. A los pies del parque está la conocida como la cascada en Ereván que consiste en unas escalinatas que remontan la montaña y varias cascadas de agua y fuentes. Toda la zona es una especie de museo de arte contemporáneo al aire libre con obras de los mejores artistas del momento, llámese Fernando Botero o Robert Indiana que me dejaron con la boca abierta. Ereván guarda pequeñas sorpresas en cada esquina... un Love de Indiana, un rechoncho legionario de Botero o una curiosa tienda que solo vende pajaritas originales hechas a mano. Y lo mismo en la escena gastronómica: además de los tradicionales restaurantes de gastronomía armenia oriental y occidental de los que ya hablé, Ereván ofrece una innovadora oferta de lugares modernos fusión, como Tapastán, el restaurante de tapas español en Ereván en el que cenamos mi última noche. Ofrece una colección de seis tablas con tapas que fusionan lo mejor de las recetas e ingredientes armenios e ibéricos con alguna salida de tono italiana (como la tapa de espaguetis a la carbonara). Sartenes de lomo a la almendra, pintxos de tortilla, croquetas caseras de chorizo con salsa de naranja picante... o el lavash (pan tradicional armenio) a la plancha relleno de pimientos y queso manchego. La carta de vinos ofrece lo mejor de las bodegas armenia y española. Por supuesto, pedimos un delicioso vino blanco local que me fascinó. El local es una joya, decorado a la última de forma desenfadada y joven. El restaurante expone también obras de arte, como cuadros y fotografías, que están a la venta. El ambiente es genial, con una mezcla de jóvenes locales y expats que le dan mucha vidilla. Esa noche de sábado se celebraba el festival de Eurovisión en Suecia, por lo que nos dirigimos a un bar, el 007, en donde lo emitían en directo en una pantalla gigante. Por supuesto, los comentarios eran en armenio pero que le vamos ha hacer, fue curioso verlo desde este extremo de Europa. Había bastante expectativa por parte de los locales que veían posibilidades de ganadora a su bella representante. Sin embargo, ganó Ucrania, para gran sorpresa y decepción de todos, especialmente de los armenios, que se conocen por ser pro rusos. Mientras veíamos el show una simpática camarera nos sirvió un chupito de dudu, un licor servido con pimienta super picante. El único problema de la noche fue el hecho que todo el mundo fuma dentro de los lugares y esto me hizo muy desagradable la estancia... al igual que en Tiflis.

Antes de tomar mi bus de vuelta a Georgia para tomar mi avión a París, pasamos la mañana del domingo en el conocido como vernissage, un mercadillo al aire libre de productos tradicionales armenios y souvenirs que tiene recuerdos para todos los gustos, como por ejemplo los colgantes con el símbolo armenio de la eternidad tallados en madera. O las "narices armenias" talladas en maderas nobles para sujetas las gafas cuando nos las quitamos. Por supuesto también hay recuerdos kitsch y otros algo atrevidos, como las banderas de Nagorno-Karabaj, que por cierto Eurovisión prohibió exhibir en su polémica lista de banderas vetadas este 2016. Finalmente entramos a la maravillosa galería nacional de Armenia en la imponente plaza de la República. La visita guiada nos parará en los elementos fundamentales del museo, que recorre la historia de armenia a través de objetos, restos arqueológicos y obras de arte, donde destacan antiguos carros prehistóricos, Vírgenes talladas en piedra o cuadros espectaculares de pintores armenios que los elaboraron en el exilio. 

Ereván es una ciudad sumamente agradable, llena de locales originales a buenísimos precios, ofreciendo comida o productos de gran calidad. Pasear por sus arbolados bulevares, visitar sus museos o disfrutar de su animada noche es una maravilla. La simpatía de sus habitantes harán que os sintáis como en casa en esta dinámica urbe tan orgullosa de su historia y que se sabe responsable de encabezar a la nación armenia.