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dilluns, 12 de setembre del 2016

El noroeste de Sicilia

El Mediterráneo, siempre.

Volver al Mediterráneo siempre me alegra, especialmente a lugares como la costa Azul, la costa Brava o mi querida Valencia. Sin embargo, si hay algo que me fascina de verdad son las islas del Mediterráneo. En pocos lugares del mundo me siento tan a gusto en verano. Si por mi fuera, me pasaría de junio a septiembre en ellas todos los años. Ibiza, Cerdeña, Menorca, Mykonos, Malta, las Hyères, Formentera... cada isla mediterránea que he ido descubriendo o a la que he podido volver me ha dejado buenísimos recuerdos, siempre impregnados de fuerte olor a pino. Esta vez tocaba conocer la más grande de todas las islas de mi mar preferido: Sicilia. 

Goethe dejó escrito que visitar Italia si haber ido a Sicilia, es como si no se hubiera estado en Italia, ya que, según él, Sicilia es la clave de todo. Tras mis cinco días en esta gigantesca isla, puedo confirmar que Sicilia representa gran parte de lo que es no sólo Italia, sino el Mediterráneo entero. Por ella no sólo pasaron, sino que se establecieron todas las culturas que han tenido cierta importancia en este mar. Su variedad arquitectónica y gastronómica así lo demuestran. 

Llegamos en avión aterrizando en el aeropuerto Falcone y Borsellino, jueces italianos asesinados durante su cruzada judicial para acabar con la lacra mafiosa que tuvo secuestrada a Italia tantas décadas. Para Sicilia, cuna de la Mafia, y específicamente de la Cosa Nostra, bautizar este aeropuerto con el nombre de estos dos héroes anti mafiosos tiene una enorme carga de simbolismo. Tras tomar nuestro coche alquilado, nos topamos con la triste realidad de los incendios veraniegos que suelen azotar los bosques mediterráneos cada verano. La autopista estaba llena de humo mientras las laderas de varias montañas ardían de forma incontrolada. Incluso en algunos tramos las plantas situadas en las medianas de la autopista se estaban quemando. Luego supimos que había sido intencionado. Desolador.

Scopello

Tras disfrutar de bellos y montañosos paisajes llegamos a nuestro destino, la pequeña aldea de Scopello, situada casi en la punta noroeste de la isla. Compuesta de una sola calle y una pequeña plaza peatonal donde se apiñan las terrazas de bares y restaurantes, Scopello es perfecta para aquellos que busquen la Sicilia más tranquila. Sus escarpadas costas y sus bellos paisajes atraen a turistas de todo el mundo que buscan la experiencia más auténtica. Nosotros tuvimos suerte y nos quedamos en la Pensione Tranchina, propiedad de la tía de mi amigo Mike. Esta tranquila pensión, regentada por un matrimonio entre un italiano y una panameña, ofrece habitaciones amplias y cómodas pero sobretodo, la experiencia de comer como si nos quedáramos en una casa de una familia siciliana. Tanto el desayuno como las cenas son espectaculares. Por las mañanas, podremos usar la gigantesca licuadora de la pensión para prepararnos zumos recién hechos con las deliciosas frutas frescas. Pan recién horneado, miel de granja, mermeladas hechas por la dueña de la pensión con naranjas sicilianas, tartas caseras, queso ricotta artesanal, fiambre local, aceite de sus olivos... el desayuno no decepciona. Pero lo mejor son las cenas, siempre de ingredientes locales recién comprados o recolectados. Se empieza con un antipasto, se sigue con un plato de pasta casera con recetas siciliana y se termina con postres sicilianos hechos por las reposteras de la pensión. Curioso es que en Sicilia a la pasta se le pone por encima pan rallado o almendras picadas, ya que el queso rallado era un artículo de lujo en otras épocas. Pero lo mejor es el plato principal de la pensión, entre la pasta y el postre, que suele ser filete de atún recién pescado a la plancha que se funde en la boca.


De hecho, Scopello es famosa por su tonnara, una de las construcciones dedicadas a la pesca de atún más antiguas del mundo. Construida en el siglo XIII, el complejo cuenta con grandes almacenes donde los atuneros guardaban sus barcos así como otro para las anclas, los almacenes para los atunes, viviendas, torres defensivas... el conjunto es actualmente de una gran belleza paisajística, especialmente por las formaciones rocosas que rodean la pequeña laguna creada alrededor del puertecito. En esas fechas estaba llena de turistas tumbados en los antiguos muelles tomando el sol o dándose un baño en sus cristalinas aguas. Y hablando de aguas, no dejéis Scopello sin probar el agua de su fuente pública: viene directamente de las montañas. Imitad al poni de mi foto.

Monreale

Otro de los lugares imprescindible a visitar en esta parte de la isla es Monreale, un agradable pueblo de calles estrechas y ropa de colores colgada por todo lado esparciendo agradables aromas de los diferentes jabones usados. Los turistas acuden en masa para visitar su famosa catedral, ilustrativa del mestizaje de la cultura románica con la bizantina y la islámica que tuvo lugar en en siglo XII en Sicilia. Las nuevas formas arquitectónicas que aparecieron gracias a la coexistencia pacífica de poblaciones musulmanas, bizantinas, latinas, judías, lombardas y normandas son impresionantes y únicas en el mundo. No por casualidad son consideradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Por fuera, la catedral es una enorme mole marrón con un soportal de mármol a tres arcadas que no llama especialmente la atención a todo el que haya podido disfrutar de la variedad de iglesias que hay por toda Europa. Sin embargo, su interior es único y sobrecogedor. Los muros y el ábside se encuentran cubiertos de mosaicos de estilo bizantino de fondo dorado, donde se representan escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. Desde la creación del mundo, el arca de Noé o el bautismo de Jesús, docenas de representaciones crean un ambiente de enorme belleza presidido por el colosal Cristo Pantócrator del ábside. Las altísimas columnas sostienen arcos de estilo árabe. Finalmente, anexo a la catedral, se encuentra un monasterio benedictino de estilo románico con un gran claustro bizantino.

Palermo y sus joyas arquitectónicas

Tras tanta maravilla nos dirigimos a Palermo, capital de Sicilia, para poder visitar el fastuoso palacio real o Palacio de los Normandos. El edificio es un conjunto de agregados de diferentes épocas que permite apreciar el paso de diferentes civilizaciones y reyes por la isla. Actualmente es sede de la Asamblea regional siciliana, de hecho una de las salas del palacio es el hemiciclo, bastante anticuado, donde se votan las leyes regionales y se controla al gobierno de la isla. Es impresionante la gran escalera de honor en mármol que conecta los tres pisos, al lado del gigantesco patio. Las dos salas originales del primer palacio que mandó construir el Emir de Palermo también son bastante curiosas por su diseño que favorecía las corrientes de aire para refrescar en verano. Pero el elemento que destaca por encima de todo en el palacio es la capilla palatina. Fue encargada por Rogelio II de Sicilia y su construcción tardó 8 años. Su estilo es gótico-normando, y en su construcción y decoración participaron maestros de muy distintos orígenes y religiones. Completamente recubierta de mosaicos dorados, la capilla refulge como si estuviera llena de oro. Al igual que en Monreale, numerosas escenas de la Biblia están representadas. A pesar de la belleza de las paredes y suelos, no olvidéis levantar la mirada al fantástico artesonado del techo: cuenta con unas formas geométricas de gran belleza excavadas en bloques de madera que muestran el elevado conocimiento matemático de los artistas árabes que la realizaron. La capilla es considera como la unión entre un santuario bizantino y una basílica católica, mezclando influencias de ambas iglesias con estilos arquitectónicos propios de una mezquita. Sin duda, una joya  no sólo de la arquitectura mundial, sino también como ejemplo de convivencia pacífica entre culturas, una de las grandes ambiciones del rey normando Rogelio II.

Saliendo del palacio seguimos paseando por la via Vittorio Emanuele, cruzando el arco de entrada al casco histórico y pasando la bella catedral hasta llegar a la famosa plaza Quattro Canti, en la que el arquitecto florentino Giulio Lasso llevó el barroco a la capital siciliana, estilo que luego marcó profundamente la evolución de la ciudad. De hecho, este fue el punto de partida para abrir grandes avenidas que destruyeron muchas de las antiguas casas medievales para dar orden y rectitud a la ciudad, no sólo a través de via Vittorio Emanuele, sino también con la via Roma o Cavour. Los edificios nuevos de estas vías tienen todos fachadas barrocas. Sin embargo, tras estas grandes vías aún existen callejuelas y casas más antiguas.

Volviendo a la plaza, esta presenta cuatro lados formados por calles y otros cuatro en cuatro edificios barrocos de fachadas idénticas, que incluyen cada uno una fuente y tres estatuas en cada lado, osea doce en total. La estatua de cada primer piso (de la fuente) representa una de las cuatro estaciones. Las de arriba cuatro reyes de la casa Habsburgo y las del último nivel son de las cuatro patronas de Palermo: Santa Cristina, Olivia, Ninfa y Ágata. La plaza es preciosa, pero aún más bonita es la cercana plaza Pretoria, prácticamente ocupada por la barroca fontana Pretoria. Esta fuente, en un principio diseñada para un particular, fue adquirida por el senado palermitano en 1552. Con pilas de agua situadas a tren niveles concéntricos, la fuente está rodeada de estatuas de humanos desnudos y otras que representan monstruos, animales mitológicos y los cuatro ríos de Palermo: el Oreto, el Papireto, el Gabriele y le Maredolce. En esta misma plaza se alza la iglesia de San Cataldo, originalmente de la Orden del Santo Sepulcro, y otro ejemplo más de fusión de arquitectura árabe-normanda. Sus tres cúpulas en forma de bulbo de color rojo son muy curiosas.

Paseando por la via Maqueda llegamos hasta el imponente Teatro Massimo, el tercero más grande de Europa, de estilo neoclásico. Las últimas escenas de El Padrino III se rodaron aquí. Como hacía calor y estábamos cansado, nos sentamos sen una cafetería para degustar el famoso cannolo siciliano, una pasta dulce enrollada en forma de tubo y rellena de queso ricotta y condimentada con pistacho picado, naranjas y limones confitados acompañada de un espeso granizado de leche merengada para beber. Nos quedaron varias cosas que ver de Palermo. La ciudad es enorme y hacía bastante calor, así que espero volver pronto y seguir disfrutando de lo que esta bella ciudad mediterránea ofrece.

Segesta y su templo dórico inacabado

Finalmente, tras una vuelta por el centro y sureste de Sicilia, dedicamos una mañana a visitar la bellísima Segesta, antiguo centro político de los élimos, del que ahora apenas quedan ruinas, siendo las más remarcables las de su teatro en la cima de la montaña y las de su impresionante templo dórico en mitad de un florido valle. Gracias a su aislamiento, el templo no fue destruído ni usado como material de construcción. Sin embargo, se sabe que nunca fue acabado, no solo por la falta de restos de un techo sino porque las mismas columnas están en bruto, sin haber sido estriadas. Hay numerosas explicaciones a este estado inacabado: algunos dicen que las guerras interrumpieron su construcción, otros que los élimos ya consideraban sagrada esta tierra y que simplemente querían hacer una columnata... la que más me gustó fue la que afirma que este pueblo, considerado bárbaro por los griegos, ardía en deseos de congraciarse con los atenienses y lograr un pacto que les pusiera bajo la protección militar de esta gran polis griega. Es por eso que, antes de solicitar la visita de una delegación ateniense, se apresuraron a construír las bases de un templo dórico que copiase a escala la magnificencia de los templos dóricos de la Acrópolis y mostrar a los atenienses cuan refinados y avanzados en matemáticas y arquitectura estaban los élimos. En cuanto la delegación griega visitó la ciudad y vio, impresionada, las obras de construcción de este templo, los élimos interrumpieron las obras de un templo que sólo les interesaba como propaganda para los atenienses.

Finalmente, subimos al cerro para ver el teatro. La ruta es una pasada, porque podremos apreciar diversas perspectivas del matemáticamente perfecto templo inacabado. Al llegar a la cima, un bellísimo teatro de estilo griego nos recibirá con una preciosa panorámica del valle y el mar como escenario.

Me quedaron tantísimas cosas por ver del noroeste de Sicilia... Trapani, Cefalú, Erice... espero volver pronto a esta zona de Sicilia, bellísima isla mediterránea, rica en cultura, paisajes, gastronomía y gente estupenda.


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